Entre folders polvorientos y tesauros creados con la primera computadora que llegó a El Comercio, Silvia Miró Quesada entendió que el verdadero oro de los medios no está en las últimas noticias, sino en su memoria bien archivada.
Por Juan Carlos Luján, columnista.
Para quienes pasamos una parte de nuestras vidas en El Comercio de Lima, el archivo no era solo un depósito de recortes de noticias envejecidos. Lo conocí muy de cerca, incluso en más de una oportunidad gané uno de los premios Padre Urías, en la categoría Ratón de Biblioteca. Las oficinas del Departamento e Investigación Periodística (DIPA, o archivo para los que trabajábamos ahí) era el corazón silencioso del diario, un santuario de memoria, orden y rigor. Allí dormitaban las historias de cada comisión, de cada cobertura, de cada intento fallido o reportaje memorable. Aún no llegaba internet y por ende no existían San Google ni bases de datos mágicas que, con un clic, nos resolvieran la vida. Si había que abordar un tema -político, económico, social o internacional-, la ruta era la misma: ir hasta el DIPA y pedirle a Martha, Nieves, Moreno, Cabanillas o Zegarra el folder relacionado con el tema que deseábamos investigar.
Las noticias del diario y de otros periódicos y revistas estaban organizadas por temas, personajes o eventos. Y si la suerte nos sonreía, encontrábamos el folder disponible. Si no, algún colega lo había llevado a su escritorio para trabajarlo… o para abandonarlo junto a su máquina de escribir o una de las primeras terminales Harris que ya funcionaban en la redacción.
Silvia Miró Quesada era la guardiana de ese universo de papel y libros. Dueña de un gran timbre de voz y de un carácter que imponía orden, recorría la redacción con su equipo en operativos sorpresa, requisando los folders que habíamos olvidado (o secuestrado) en nuestros escritorios. Casi 40 años estuvo al frente de ese archivo, y hoy sigue en la brega. Pero ahora lo hace desde E-Cloud, la empresa que fundó para ayudar a otros diarios de la región a hacer lo que en su momento hizo El Comercio: digitalizar su archivo y monetizarlo.

La corta memoria de Google
Lo curioso es que mientras Google presume saberlo todo, su memoria arranca realmente en el 2012, afirma Miró Quesada. Todo lo de años anteriores está, en muchos casos, en manos de medios que no han sabido (o no han querido) sacarle provecho. Y ahí entra E-Cloud, la empresa que Silvia fundó para ayudar a los medios a rentabilizar sus archivos periodísticos históricos.
Desde su experiencia, Silvia ha licenciado contenido a plataformas internacionales que lo distribuyen a universidades y centros de investigación. Y por cada consulta, el medio cobra regalías. Es como revivir cada historia, pero con un modelo de negocio bajo el brazo.
Hoy, la inteligencia artificial puede analizar qué contenido tuvo más audiencia, qué se viralizó, qué marca estuvo presente en ese minuto preciso de un reportaje dominical. Pero lo que no puede generar, es lo que Silvia y muchos de nosotros hicimos en esas redacciones: una crónica con alma, con voz propia, con calle, con error humano y verdad emocional. La IA no puede ir al lugar de los hechos ni oler la tinta fresca de la rotativa.
La evangelización
En una época en la que los modelos de lenguaje se alimentan de internet, con los respectivos sesgos, el material orgánico de los medios de comunicación se vuelve insustituible. Los textos editados, verificados, los reportajes firmados, las entrevistas hechas cara a cara. Todo eso vale. Y mucho.
La gran apuesta de Silvia es clara: evangelizar. Convencer a los directores de medios que lo que guardan en cajas y estanterías puede ser el salvavidas económico que buscan. Y lo dice alguien que dedicó su vida a cuidarlos. Porque no se trata solo de memoria, sino de identidad, de legado y de oportunidad.
Hoy, cuando enciendo mi computadora y uso un GPT de ChatGPT para recrear mi estilo de redacción, no dejo de pensar en esas investigaciones que hacía con los recortes antiguos del diario o el Almanaque Mundial que nos prestaba el DIPA.
Del papel al microfilm
La historia de los archivos periodísticos ha pasado por varias etapas. En los 80, las hemerotecas eran cuartos atiborrados de recortes de noticias, folders y microfilms. En los 90, con la llegada de las primeras computadoras al diario, se dio inicio a un proceso de digitalización incipiente. «En 1983-84, con apoyo de la OEA, trabajamos en la creación de un tesauro para organizar toda la información», recuerda Miró Quesada.
Luego vino el sistema Excalibur, que permitió la búsqueda electrónica en los archivos. «Fue un avance enorme», dice. Ya no teníamos que caminar varios metros para solicitar, firmar un cargo y recibir un folder. Sin embargo, la mayor revolución llegó con la digitalización masiva. «En 2022, lideré el proceso de digitalización de El Comercio desde 1839 hasta 2012. Digitalizamos cerca de dos millones de páginas con OCR, permitiendo que ese archivo se convierta en un activo valioso y comercializable».
El valor del archivo
Las grandes plataformas de inteligencia artificial se alimentan de datos disponibles en internet, pero la mayor parte de esos contenidos datan del 2012 en adelante. «Google no tiene archivos históricos. Ni los modelos de lenguaje como OpenAI, Mistral o Anthropic», advierte Miró Quesada. «Los medios de comunicación poseen la información original y verificable, y eso los pone en una posición privilegiada».
Desde E-Cloud, su empresa, ofrece a los medios un modelo de monetización basado en la digitalización y posterior licenciamiento del contenido. «Un medio puede generar en cuatro años hasta medio millón de dólares solo por regalías. Es un mercado que los medios en la región están desaprovechando», enfatiza.
«Uno de mis grandes retos es evangelizar a los medios para que entiendan el valor de sus archivos», confiesa Miró Quesada. «Muchos temen digitalizar por falta de recursos o desconocimiento. Nosotros los ayudamos a encontrar inversionistas para que puedan hacerlo sin riesgo».
Con la velocidad con la que evoluciona la tecnología, los medios que no digitalicen su contenido histórico corren el riesgo de perderlo en la vorágine de la desinformación. «Los archivos periodísticos son una mina de oro, pero hay que saber explotarla», concluye Silvia.