El periquito dorado (‘Guaruba guarouba’), muy codiciado en el mercado negro de mascotas por su llamativo plumaje amarillo, está en peligro de extinción en la Amazonía brasileña.

Por Sarah Brown para Mongabay Latam

El periquito dorado es tan ruidoso como vistoso. Colgados de las ramas superiores, tres de estos loros de tamaño mediano chillan y graznan mientras se asoman para ver mejor al biólogo Marcelo Vilarta mientras los observa. También conocidos como conuros dorados, son aves llamativas con su plumaje amarillo vibrante y las puntas verdes de sus alas que se distinguen de la vegetación amazónica. Sin embargo, son estos colores los que han puesto a su población en peligro de extinción.

El comercio ilegal de mascotas, unido a la grave pérdida de hábitat, ha reducido la población de periquitos dorados (Guaruba guarouba) a menos de 10 000 ejemplares silvestres, una cifra pequeña para un bioma tan grande como la Amazonía brasileña, el único lugar del planeta donde se encuentran de forma nativa. Se los puede hallar principalmente en el estado de Pará, con registros también en los estados de Maranhão y Amazonas.

“No hay otros periquitos dorados (en estado salvaje) en ningún otro lugar del mundo”, cuenta Vilarta a Mongabay. Él forma parte de un proyecto de reintroducción de periquitos dorados apoyado por el Instituto de Desarrollo Forestal y Biodiversidad (IDEFLOR-Bio), una agencia del estado de Pará, y la organización sin fines de lucro Fundación Lymington.

El programa comenzó en 2017, con el primer grupo de periquitos dorados liberados en la naturaleza en enero de 2018, en el Parque Estatal de Utinga en Belém, la capital de Pará y la ciudad anfitriona de la cumbre climática COP30 en 2025. En Belém, estas aves habían estado localmente extintas durante más de 100 años. Los curiosos periquitos dorados que observan a Vilarta desde el árbol son tres de los 50 que se han liberado aquí hasta ahora.

“La idea del proyecto es reducir la vulnerabilidad de la población de periquitos dorados y crear una nueva población salvaje aquí, en una zona donde ya estaban extinguidos”, dice Vilarta.

El biólogo Marcelo Vilarta pasa todos los días monitoreando y cuidando a los periquitos dorados en el Parque Estatal Utinga. Es capaz de identificar y distinguir a cada uno de un solo vistazo. FOTO: Sarah Brown

Capturado por su plumaje

El periquito dorado desempeña un papel importante en la dispersión de semillas, sobre todo de árboles frutales como el nance (Byrsonima crassifolia) y el açaí (Euterpe oleracea), así como para otras 21 plantas nativas de la Amazonía. Actualmente están en peligro de extinción en estado salvaje, aunque siguen siendo bastante comunes en cautiverio. Tanto en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como en la clasificación nacional de Brasil, la especie está clasificada como vulnerable.

La pérdida de hábitat por la deforestación y el tráfico ilegal de vida silvestre, en particular, siguen siendo amenazas significativas para el periquito dorado. Según Luís Fábio Silveira, conservador de aves del Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (MZUSP), quien trabaja en el proyecto de reintroducción del periquito dorado, el comercio ilegal de mascotas era una amenaza mayor en las décadas de 1980 y 1990. Pero actualmente se crían periquitos dorados en cautiverio, donde “se pueden adquirir legalmente en todo el mundo” a criadores autorizados, explica a Mongabay.

Sin embargo, la demanda de aves exóticas y raras como mascotas, y las ganancias que reportan, mantienen activo el mercado negro.

“El tráfico de vida silvestre es la tercera actividad comercial ilegal más grande del mundo, sólo superada por las drogas y las armas”, cuenta a Mongabay Julia Trevisan, bióloga y coordinadora de especies silvestres de la organización británica World Animal Protection. Comprar aves traficadas puede ser más barato que hacerlo a través de canales legales, y los traficantes se ven atraídos por las posibles altas ganancias. Un guacamayo jacinto (‘Anodorhynchus hyacinthinus‘), por ejemplo, puede venderse hasta por 90.000 reales (unos 16.500 dólares), explica Trevisan. En una búsqueda en Internet se encontraron sitios web que venden periquitos dorados por hasta 13.000 reales (unos 2.400 dólares). La mayoría de las aves traficadas se venden dentro de Brasil, pero algunas van a Estados Unidos y Europa.

Los traficantes suelen capturar periquitos dorados talando árboles enteros con nidos en ellos y recogiendo los polluelos supervivientes. Es una práctica devastadora para la población silvestre. “Las aves que sobreviven no pueden reproducirse porque sus nidos fueron destruidos”, explica Vilarta. “Necesitan cavidades muy específicas en los árboles para hacer sus nidos y éstas son muy raras de encontrar”.

Proteger la especie

La Fundación Lymington, con sede en el estado de São Paulo, ha logrado criar periquitos dorados en los últimos 20 años para aumentar el número de ejemplares de la especie y en 2017 se asoció con Ideflor-Bio para reintroducir la especie en la naturaleza, con el apoyo de MZUSP. Se eligió Belém para la reintroducción con el fin de traer de vuelta “una especie a un lugar donde ya había desaparecido”, afirma Vilarta.

Los periquitos dorados silvestres se alimentan de frutas y semillas que el biólogo Marcelo Vilarta les deja todos los días. FOTO: Sarah Brown

El Parque Estatal de Utinga, en el corazón de Belém, es una unidad de conservación y el mayor espacio verde de la ciudad, con una extensión de 1393 hectáreas de entorno natural amazónico en gran parte preservado, y es el hábitat preferido del periquito dorado. La zona está vigilada tanto por seguridad privada como por la policía ambiental pública, lo que reduce la posibilidad de tráfico ilegal y deforestación.

Los coordinadores del programa instalaron dos aviarios en el centro del parque, donde actualmente se preparan 10 periquitos dorados para reintroducirlos en la naturaleza. La mayoría proviene del programa de cría de Lymington, pero algunos fueron rescatados del tráfico o de su tenencia como mascotas. Dentro de los recintos, los periquitos dorados pasan por un periodo de adaptación y aclimatación, que dura al menos cinco meses.

El vivero tiene una vegetación similar a la que los periquitos dorados encontrarán en la naturaleza y se les enseña a reconocer y consumir alimentos locales. También se les enseña a reconocer depredadores, como la boa constrictora. Para ello Vilarta y su equipo colocan serpientes vivas cerca de su recinto. Los investigadores luego evalúan las reacciones de los periquitos dorados ante las serpientes y las aves rapaces locales que cazan en la zona, y les dan una calificación positiva si emiten llamados colectivos de alarma cuando se acercan los depredadores.

Los periquitos dorados que han sido liberados en el Parque Estatal de Utinga a menudo socializan e interactúan con los que se encuentran a la espera de ser liberados. FOTO: Sarah Brown

La educación ambiental del público en general, especialmente en las escuelas y universidades y para los visitantes del parque, también desempeña un papel clave en la protección a largo plazo de la especie. “El proyecto ha intensificado su educación para concienciar sobre la importancia de esta especie para la ciudad de Belém, porque es esta ave la que ayuda a propagar las especies frutales típicas de nuestra ciudad”, explica a Mongabay Monica Furtado da Costa, gestora de biodiversidad de IDEFLOR-Bio.

Las actividades educativas incluyen la distribución de folletos sobre el periquito dorado a los estudiantes, la creación de juegos para niños y la realización de una exposición sobre la especie en el Parque Porto do Futuro de Belém.

Hasta ahora, el programa de reintroducción está funcionando. Un estudio publicado en el 2021 sobre el proyecto concluyó que “las aves liberadas tuvieron mucho éxito a la hora de encontrar y consumir alimentos autóctonos, evadir a los depredadores e incluso una pareja consiguió reproducirse con éxito”. Hasta la fecha, el proyecto ha conseguido reintroducir 50 ejemplares en la naturaleza.

A pesar de los éxitos, la reintroducción de todos los periquitos dorados, en especial los capturados anteriormente, no siempre es fácil.

Una hembra de periquito dorado se balancea sobre la malla del recinto observando con curiosidad a Vilarta hablar de ella y se acerca un poco, demostrando cierta desconfianza a las personas. Él cuenta que una vez fue mantenida como mascota, criada ilegalmente en Pará antes de que su dueño la entregara para el proyecto.

“Incluso puedes hablarle y te responde”, dice Vilarta.

Otro loro se aferra a la malla cercana. Vilarta entra en la jaula, recoge al ave con un palo largo y la coloca cerca de una caja nido para resguardarla del abrasador sol de mediodía. Antes de ser rescatado y entregado al proyecto, este pájaro en particular llevaba 15 años enjaulado y nunca aprendió a volar. Vilarta afirma que la reintroducción de estas dos aves en la naturaleza será un reto, si es que es posible, debido a su incapacidad para adaptarse a la vida fuera del cautiverio.

“Al menos estos dos pueden ser felices y estar a salvo aquí”, señala.

Actualmente, 10 de las 50 aves silvestres reintroducidas permanecen en el sitio principal de reintroducción, en el Parque Estatal de Utinga, y visitan el recinto a diario para socializar con los periquitos dorados cautivos y comer en los comederos que Vilarta deja para ellas. Él pasa todos los días junto a los recintos, monitoreando tanto a la población cautiva como a la salvaje.

Los otros 40 que fueron liberados anteriormente se han dispersado a otras regiones. Antes de su liberación, a cada periquito dorado se le coloca un anillo en las patas y un collar en el cuello para ayudar a hacer seguimiento de la población. Los collares radiales ayudan a monitorear a las aves individualmente hasta cierto punto, pero no son eficaces a larga distancia.

“Una vez liberados, es difícil seguirles la pista”, lamenta Vilarta. El plan ahora es ampliar el tamaño de los aviarios actuales para dar cabida a más periquitos dorados y luego liberar otros 50 en la naturaleza en los próximos dos años, lo que los investigadores y conservacionistas esperan que ayude a crear poblaciones propias en Belém y más allá.

“Espero que pronto haya más polluelos, porque ahora necesitan aumentar su población de forma natural”, sostiene Vilarta. “En algún momento podremos dejar de liberar nuevas aves aquí y la población podrá restablecerse de forma natural”.

Imagen destacada:  Snowmanradio

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