La reducción de la actividad humana tuvo un impacto positivo en la contaminación marina, disminuyendo la ingesta de plástico por parte de estas aves.

Desde el más pequeño hilo de un zapato hasta grandes fragmentos, el plástico está presente en todos los ecosistemas del planeta. Su persistencia en el ambiente ha generado graves impactos en la fauna marina, especialmente en aves como los cormoranes neotropicales (‘Phalacrocorax brasilianus’), conocidos localmente como cushuris. Sin embargo, un reciente estudio ha demostrado que, durante la pandemia de COVID-19, el consumo de plástico por parte de estas aves se redujo significativamente en la Costa Verde, en Lima.

El análisis, liderado por Laura Porras, bióloga marina egresada de la Universidad Científica del Sur, evidenció que la ausencia de actividad humana tuvo un impacto directo en la disminución de residuos plásticos en el mar. A través del estudio de los bolos regurgitados por los cormoranes, conocidos como pellets, se descubrió que, durante la pandemia, solo 2 de cada 100 contenían partículas de plástico, mientras que antes de la pandemia esta cifra ascendía a 7 de cada 100.

Menos humanos, menos plástico en el mar

El trabajo de investigación de Porras, realizado en conjunto con la Unidad de Investigación de Ecosistemas Marinos de la Científica, destaca cómo la contaminación plástica en los ecosistemas marinos no solo proviene de fuentes industriales o grandes vertederos, sino que también está altamente influenciada por la actividad cotidiana de las personas en las playas.

Carlos Zavalaga, asesor de la tesis y docente investigador de la Universidad Científica del Sur, explica que la dinámica de las playas con presencia humana acelera la dispersión de los plásticos hacia el océano. “En épocas sin pandemia y sin cuarentenas, la gente juega, se baña o pesca en la orilla. Este movimiento de arena y piedras facilita el desplazamiento de microplásticos hacia el mar. Además, el uso de ropa sintética en los bañistas y los fragmentos de redes de pesca contribuyen al ingreso de plástico en el ecosistema marino”, detalla el especialista.

Metodología del estudio

El análisis comprendió dos periodos: el prepandémico (octubre 2018 – febrero 2020) y el pandémico (julio 2020 – febrero 2021). Durante la primera fase, se realizaron 11 visitas al área de estudio, recolectando entre 11 y 138 pellets por ocasión. En la segunda fase, se efectuaron 19 visitas semanales con la recolección de entre 11 y 77 pellets frescos cada vez.

Los pellets fueron almacenados congelados a -40 °C y posteriormente analizados en laboratorio con un estereoscopio de 10x de aumento. Se identificaron y clasificaron los desechos plásticos en tres categorías: filiformes (hilos y fibras sintéticas), laminares (bolsas y envolturas) y fragmentarios (pedazos de plástico roto).

De los 1.447 pellets analizados, 96 contenían desechos antropogénicos, de los cuales 150 correspondían a residuos plásticos. Los elementos filiformes fueron los más comunes, lo que sugiere que los microplásticos provenientes de textiles y redes de pesca son una de las principales fuentes de contaminación en la zona.

Las consecuencias de la contaminación plástica en las aves marinas

Uno de los hallazgos más preocupantes del estudio es la relación entre la ingestión de microplásticos y una nueva enfermedad identificada como plasticosis. Este término, acuñado recientemente, describe los daños físicos en el tracto digestivo de las aves causados por la acumulación de plásticos en su sistema.

En los cormoranes neotropicales, la ingestión de estos fragmentos puede generar bloqueos intestinales, desnutrición y una mayor exposición a toxinas. “El problema no es solo la presencia del plástico, sino su acelerada fragmentación en el ambiente, lo que aumenta la probabilidad de que las aves lo confundan con alimento”, advierte Porras.

¿Cómo reducir el impacto del plástico en el ecosistema marino?

El estudio no solo resalta la vulnerabilidad de los ecosistemas marinos ante la contaminación plástica, sino que también abre la discusión sobre las soluciones necesarias para mitigar este problema. La clave, según los investigadores, no solo está en reducir el consumo de plástico, sino en una mejor gestión de los residuos.

“Aunque no podemos evitar por completo el uso del plástico, debemos asumir una mayor responsabilidad en su manejo, sobre todo cuando visitamos las playas”, concluye Zavalaga. Acciones como reducir el uso de ropa sintética, evitar plásticos de un solo uso y disponer adecuadamente de los residuos pueden marcar la diferencia para la conservación de los ecosistemas marinos.

El estudio deja en evidencia cómo el impacto humano en el ambiente puede cambiar drásticamente en periodos cortos y cómo nuestras actividades diarias, incluso aquellas aparentemente inofensivas, pueden tener repercusiones a largo plazo en la fauna marina. La pandemia brindó una pausa involuntaria al ecosistema, pero el reto ahora es mantener esos beneficios sin necesidad de medidas extremas.

*En la creación de este texto se usaron herramientas de inteligencia artificial.

Foto principal: De © Hans Hillewaert, CC BY-SA 3.0, Enlace

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