¿Estamos realmente preparados para convivir con la inteligencia artificial (IA)? Aunque pueda parecer un concepto futurista, esta tecnología ha estado presente desde los años 50 del siglo pasado.
Por Juan Carlos Luján, columnista.
Desde los experimentos pioneros de Alan Turing con su programa de ajedrez -donde simulaba el funcionamiento del algoritmo con lápiz y papel- hasta las redes sociales que hoy rigen nuestra vida digital, la IA ha evolucionado de manera silenciosa pero constante.
En los últimos dos años, una de sus ramas más disruptivas, la inteligencia artificial generativa (IAG), ha cambiado radicalmente nuestra interacción con la información. Esta tecnología nos permite generar textos, imágenes, código e incluso música con solo unos clics. Modelos como ChatGPT, Gemini, Copilot, Grok, Deepseek, Llama, MidJourney y Suno han democratizado la creación de contenido digital y han facilitado la automatización de tareas complejas. Sin embargo, este avance no está exento de riesgos.
Seguro que más de una vez has recibido una respuesta errónea de un modelo de lenguaje. Si tienes dudas, prueba preguntarle a tu IA favorita cuántas letras «n» hay en la palabra «innovación». Es probable que Cohere, Gemini, Mónica o Mistral se equivoquen y respondan «dos». Este tipo de errores evidencian una de las principales limitaciones de la IAG: su tendencia a generar respuestas convincentes, pero no siempre precisas. Al confiar ciegamente en estas herramientas sin verificar la información, corremos el riesgo de propagar datos incorrectos, sesgados o incluso malintencionados.
RESPONDEN A PATRONES LINGUÍSTICOS
A diferencia de una enciclopedia o un motor de búsqueda tradicional, los modelos de IA generativa no consultan bases de datos verificadas; en su lugar, predicen respuestas basándose en patrones lingüísticos. Como resultado, pueden generar afirmaciones que suenan creíbles, pero carecen de sustento. En un mundo donde la desinformación se propaga rápidamente en redes sociales, este es un aspecto que no podemos ignorar.

Por ello, desarrollar pensamiento crítico al utilizar estas herramientas es fundamental. No basta con aceptar la primera respuesta que nos ofrece un chatbot o un generador de imágenes. La clave está en contrastar información con múltiples fuentes, comparar respuestas entre distintos modelos de lenguaje, evaluar la credibilidad de los datos y entender que la IA debe ser un asistente, no una fuente absoluta de verdad.

ACTUALIZACIÓN DOCENTE
En el ámbito educativo, la IAG ha demostrado ser una aliada poderosa para la investigación y la redacción de ensayos. Sin embargo, también puede convertirse en un atajo para obtener respuestas sin evaluar su calidad. Esto plantea un dilema: ¿está la IA ayudando a desarrollar habilidades cognitivas o está promoviendo la pereza intelectual?
La respuesta depende del uso que le demos. Es crucial que los docentes se actualicen y comprendan cómo y cuándo emplear estas herramientas en el aula. Integrar la IA de manera pedagógica puede potenciar el aprendizaje, pero si se usa sin criterios claros, podría debilitar el pensamiento crítico de los estudiantes.
En el mundo del trabajo, la adopción de la IAG es un fenómeno imparable. Empresas de distintos sectores la utilizan para automatizar procesos, mejorar la atención al cliente y optimizar la productividad. He tenido la oportunidad de dictar talleres y conferencias sobre IA para médicos, abogados, ingenieros, comunicadores, periodistas, empresarios y consultores interesados en ser más productivos y estratégicos. Sin embargo, este avance también genera incertidumbre sobre el futuro de ciertos empleos.
NUEVAS OPORTUNIDADES
Si bien la tecnología puede reemplazar algunas funciones tradicionales, también abre nuevas oportunidades en análisis de datos, programación y gestión de contenido digital. La clave no está en resistirse al cambio, sino en adaptarse y desarrollar habilidades complementarias que nos permitan aprovechar el potencial de la IA en nuestras profesiones.
Convivir con la IA no es una opción, sino una realidad. Nuestra responsabilidad radica en aprender a usarla con criterio, reconociendo tanto sus fortalezas como sus limitaciones. La clave está en una nueva alfabetización digital y en fomentar una actitud analítica que nos permita aprovechar sus beneficios sin caer en la dependencia absoluta.
La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, pero cómo la integramos en nuestras vidas dependerá de nosotros. Si la utilizamos con sentido crítico y responsabilidad, será una herramienta que potenciará nuestra creatividad y productividad, en lugar de sustituir nuestra capacidad de pensar.
