Karissa Becerra, directora de La Revolución, tiene una receta para acercar cada vez más a los niños a temas científicos.
¿Cómo acercar la ciencia a los niños? Se habría preguntado más de una vez la filósofa Karissa Becerra, cuyo nombre está asociado asociado a la gastronomía y a la publicación Cocina de colores (USMP, 2009), seleccionado en los Gourmand World Cookbook Awards 2010 como uno de los tres mejores libros en el mundo para niños y la familia.
De ahí vino la creación de la ONG La Revolución, desde donde busca ayudar a los niños a comer cada vez mejor, a pensar siempre en la salud y generar una conexión emocional con los alimentos. Pero esta propuesta merecía seguir creciendo. Y así fue.
Ciencia y cocina
Becerra presentó el proyecto «SABE: Ciencia y cocina» al Concurso de Popularización de la Ciencia, convocada por el Programa Innóvate Perú. Su propuesta fue admitida y obtuvo cofinanciamiento para desarrollarlo.
«En el ámbito educativo nacional existe poco interés por la enseñanza científica, generando así un distanciamiento entre las niñas y niños con este tema. Es muy común vincular la ciencia con aparatos, equipos, materiales e insumos muy sofisticados que están fuera del alcance de cualquier colegio», sostuvo Karissa Becerra en su informe ejecutivo.
Luego añadió: «Sin embargo, la ciencia está presente en la rutina diaria y mucho más accesible de lo que se percibe. Con el financiamiento de Innóvate Perú, La Revolución desarrolló talleres pilotos en colegios de Lima con la finalidad de popularizar la ciencia en niños de primaria usando la cocina como laboratorio científico«.
En total hubo 28 talleres en 9 instituciones educativas públicas y privadas de Lima Metropolitana, Callao y Lima provincias, «cada una con características particulares, tratando de esta manera que los resultados generados, pudieran ser útiles para las diferentes realidades y condiciones de cada una de las escuelas del país».
Sobre esta propuesta existen dos claras conclusiones:
- Se demostró que la cocina como espacio pedagógico tiene mucho potencial ya que constantemente suceden procesos que tienen un principio, un fin y una explicación científica. «En este entorno, los niños y niñas son libres de experimentar cometiendo errores que amplían su capacidad de aprendizaje no obstante, cuando todo sale bien los resultados tienen un fin familiar: comer», explicó.
- Se logró que los maestros y maestras encuentren en el material educativo generado, herramientas que los ayuden a motivar a los niños a ser partícipes de su propio aprendizaje, «potenciando sus talentos, y encaminando su curiosidad a la ciencia», puntualizó.
El nuevo contexto en el que nos encontramos por la pandemia del coronavirus no frenó que esta iniciativa de popularizar la ciencia a través de la cocina se detenga. Aquí tenemos un capítulo más de «SABE: Ciencia y cocina».
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