La batalla por captar audiencias con los modelos de lenguaje recién ha comenzado y muchos buscan destronar a OpenAI.

Por Juan Carlos Luján, colaborador.

Lima, 13 de diciembre de 2023.- En las últimas semanas han aparecido una serie de talleres, conferencias, webinars, entre otras actividades de aprendizaje, encaminadas a destacar las bondades de ChatGPT para el desarrollo de contenidos. Casi todos los promotores circunscriben sus acciones en torno al producto estrella de OpenAI y la facilidad que ofrece cualquier tipo de documentos; desde planes de negocios, estrategias, cuadros comparativos, tablas, email, cartas y por ahí he visto hasta tesis. Pero cuidado, no todo lo que brilla u ofrecen es oro.

El uso de la Inteligencia Artificial Generativa demanda cautela, ética y mucha responsabilidad. Hay que saber elaborar los prompts, término que identifica las órdenes que uno le da al bot, y sobre todo validar las fuentes del texto que aparece en las respuestas. Recuerden que a los bots les encanta “alucinar”.

Además, es bueno recordar que más allá de ChatGPT existen más de 6.000 herramientas que indistintamente ofrecen la posibilidad de crear nuevos contenidos digitales a partir de prompts. Esto es parte de la llamada IAG (Inteligencia Artificial Generativa), una variante de la Inteligencia Artificial tradicional.

La IAG ha estallado en el mundo gracias a la empresa OpenAI; ellos fueron los que hace un año lanzaron al público el producto bandera ChatGPT. Este ha  evolucionado hasta convertirse en una herramienta multimodal en su versión de pago. No es nada barata la membresía, bordea los S/80 mientras el dólar se mantenga estable y esperamos que en algún momento disminuya su precio ante la aparición de competidores como Google Bard, que sigue siendo gratis pero aún no está a la altura del chatbot de Open AI.

Hay otros jugadores en el mercado, como Anthropic, patrocinada por Amazon y creador de Claude, una poderosa herramienta que también resulta cara para nuestros bolsillos. Le sigue Perplexity, que en su versión de pago cobra igual que ChatGPT-4. Hay más en la lista, como TextCortex o WriteSonic, pero no están a la altura de sus anteriores rivales en temas de investigación académica o profesional.

¿Tenemos opciones gratuitas? Sí, en los talleres virtuales que suelo dictar muestro algunas alternativas como Copilot de Microsoft, que viene con el motor de ChatGPT-4 gracias a su alianza con Microsoft (financió su desarrollo con más de US$1.000 millones de dólares). Existen otros como POE, un agregador de toda una artillería de bots, pero en esa plataforma hay que saber usar los prompts para obtener resultados precisos y sobre todo las fuentes de la información.

También está ChatGPT-3.5 que es gratis y trae incluso un asistente de voz, sin embargo no es capaz de diseñar un logotipo, crear un gráfico o de analizar un documento en formato PDF, algo que sí podemos hacer en la versión de pago y de forma limitada en Claude y también en POE. Para hacer gráficos existen otras herramientas que explicaré al detalle en otro artículo.

La batalla en los chatbots lo va ganando por ahora OpenAI. Google lanzó hace poco su propio modelo de lenguaje con el nombre de Gemini. Según el video promocional, promete ser superior a ChatGPT. Sin embargo, la edición y posterior revelación de que usaron fotogramas para armar ese video marketero, revela que aún sigue en proceso de desarrollo. Gemini está incorporado en Google Bard. Si usas la versión en inglés verás la actualización,  y le ha dado algunas mejoras, pero no es multimodal y a veces se rehusa a realizar ciertas tareas. Está por ahora a la altura de la versión gratuita de ChatGPT-3.5, pero no es tan eficiente.

La batalla es dura en temas de desarrollo entre los productos más populares del mercado, no obstante en la política de precios parece que por ahora todos han acordado un estándar por membresía, con excepción de Microsoft y Google. No conocemos aún la política de precios de Gemini de Google y como buen usuario de Apple, solo espero que la empresa de Tim Cook de el golpe final cuando lance su propia IAG en los sistemas que emplean sus computadoras y dispositivos móviles.